Esta semana ha tenido temblores singulares dentro de la política nacional. A raíz de esto, pulula el oportunismo electoral, la hiperpolarización e incertidumbre en el país. Sin embargo, tomaré tres movidas que revolcaron las entrañas del poder político: el discurso de Petro en la asamblea general de la ONU, la aprobación, en primer debate, del PGN 2026 y el prematuro panorama electoral del 2026.
En primer momento, centrémonos en el asunto más importante de la semana: el discurso de Petro. Como nos tiene acostumbrados el presidente, su discurso fue confrontativo, especialmente hacía EE. UU. (mejor dicho, para Trump). Pero… más allá de la grandilocuente intervención de Petro, detrás de esto habló un presidente dolido con la desertificación (además que la asamblea de la ONU estuvo acompañada del reconocimiento del Estado Palestino por diversos países). Petro entendió, también, que en esta instancia de representación, hablar del genocidio contra los palestinos era importante, ya que el silencio frente a esta situación es igual a ser cómplice en un acto de guerra contra la humanidad.
No obstante, más allá de las críticas que se le hicieron a Petro, su discurso demostró algo importante: el inicio paulatino de la emancipación colombiana bajo EE. UU., y la voz de patriotismo que necesita una nación —cabe aclarar que este tipo de discursos no le gusta a todo el mundo, pero su sustancia propone un nuevo horizonte en la política exterior—.
Por eso, quizá, una de las pocas cualidades del presidente colombiano —que, vuelvo y repito, no es del agrado de todos— es demostrarle al mundo que la tierra, el producto y la gente de Colombia, y demás países, es tan digno como el de los gringos. En ese sentido, Chapeau para Petrosky.
Entremos al segundo momento: aprobación en primer debate del PGN 2026. Hoy, después de que la bancada del Pacto rompiera el quórum en diversas sesiones para debatir el PGN, este fue aprobado en su primer debate, un día antes del plazo estipulado para que este se discutiera por primera vez.
El presupuesto que, inicialmente, se radicó con la cifra de 556.9 billones de pesos, ha quedado en 546.9 billones de pesos. Este acontecimiento no era esperado, ya que, desde la discusión del PGN del año pasado, las relaciones entre el Ejecutivo y las comisiones económicas del Congreso se daban por divorciadas. Sin embargo, el monto aprobado el día de hoy sigue siendo altísimo —por algo es, de todas formas, el presupuesto más grande en la historia—. También, esto quiere decir que la reforma tributaria o, mal llamada, ley de financiamiento será debatida y, probablemente, aceptada por el Congreso, aunque se le deberá bajar al recaudo estipulado en esta reforma —recordemos que esta tributaria se presentó con un monto de recaudo por 26 billones. Después de lo ocurrido, este monto bajará sustancialmente—.
No obstante, la suma debatida de 546 billones sigue siendo alarmante, aún más cuando se rompió la regla fiscal, el déficit fiscal aumentó y la deuda pública también subió —sin mencionar la retención a la fuente pedida por el gobierno para este año, lo que dejará un hueco enorme en las finanzas y recaudos de la Nación—.
Personalmente, pienso que este monto debería disminuirse, aún más, sabiendo que las finanzas del país son delicadas, por lo mencionado anteriormente, y también por la inflexibilidad de gasto del Estado: una completa dramaturgia.
Finalmente, para terminar este sancocho trifásico, el panorama electoral del otro año se adelantó. Como buen país de "polítiqueros", más de cien patos saltaron al agua, con la propuesta de acabar el gobierno de Petro, qué gente tan innovadora.
Pero, sin duda, lo más alarmante de este proceso es la hiperpolarización del país. Los discursos no se bajan de dar balín, estripar, exterminar, tumbar al Congreso y demás fantocherías.
Hoy, más que nunca, el/la colombiana/o no puede pensar con sus sentimientos, deben hacerlo con la razón; deben darse cuenta quiénes, en vez de unir, dividen. Pero, sobre todo, deben pensar en no repetir la misma historia de sangre que mancha a nuestro país.
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