Hablar de política y ser joven en La Guajira pueden llegar a ser, prácticamente, un oxímoron. Al mismo tiempo que nuestras decisiones están marcando el presente y el futuro de muchos de nosotros, elegimos, sin embargo, el silencio, como si nada pudiese hacerse o, simplemente, no tener voz en esto. No es que no nos importe, o que no tengamos lo necesario; simplemente, hemos sido sometidos durante años a una serie de prácticas en las que nos han convencido de que lo nuestro no vale nada.
Varios amigos me han dicho: “¿Para qué votar? Eso no va a cambiar nada”. Es difícil demostrarles lo contrario, sobre todo porque la política nos llega en tantas ocasiones como promesas incumplidas; contratos, efímeros contratos; favores que han sido dados y que nunca se cumplen. Por eso nos terminamos convenciendo de que mejor no implicarnos. Pero la indiferencia es también una opción, y en cada momento que nos quedamos fuera, otras están tomando decisiones por nosotros.
Lo interesante es que, pese a esto, la juventud guajira no es indiferente. No estamos en las aulas vacías; estamos soñando; estamos en los colectivos culturales a la espera de defender nuestra identidad; estamos en pequeños emprendimientos que aparecen casi al modo de las setas. Hay energía, hay creatividad. Lo que no hay es la política que nos reconozca el ser algo más que cifras en una La cuestión no es, por tanto, si los jóvenes queremos participar, sino el momento en el que dejaremos de esperar para hacernos sentir. El destino de La Guajira depende de lo que nosotros, los jóvenes, aspiramos.
Si permanecemos al margen, como hasta ahora, las decisiones de siempre seguirán siendo tomadas por los mismos de siempre, pero si nos decidimos a dar un paso al frente, al organizarnos, al expresar nuestras opiniones, a participar... entonces sí podemos empezar a cambiar el destino de nuestra tierra. No se trata de pensar que como jóvenes tenemos todas las respuestas, sino que es importante plena conciencia de que nuestra voz es imprescindible y que el futuro de La Guajira no puede ser construido por los jóvenes. La juventud merece haber sido parte historia y de ser parte de ella, no asumirse como espectador.
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